El debate que tuvo
lugar con motivo del proyecto de ley de despenalización del aborto en la Cámara
de Diputados de la Nación, cruzó a las distintas fuerzas políticas conmovidas
por la toma de posición enfrentada de sus integrantes, demostrando que los
temas esenciales, los propios de los derechos fundamentales, se encuentran por
encima de las confusas ideologías de las
partidocracias obedientes.
Puso a los
legisladores a la altura de su cometido, ayudados por el Poder Ejecutivo, que
sólo dejó de entrever su propia posición, sin demostrar vocación de imponerla y
reconociendo que para bien de todos, la solución legislativa intentable, debe ser resuelta por los representantes del
pueblo, en la asamblea institucional democrática que puede admitir a la
diversidad.
Si el ejecutivo se dedica
con humildad, a la pesada carga de su gestión y abandona el ejercicio abusivo
del poder de iniciativa en busca de leyes mágicas, que resuelvan los problemas
de administración de su estricta competencia y responsabilidad operativa,
mejorará sensiblemente la calidad institucional. Tendrá la oportunidad de demostrar
si gobierna para el cambio o solo lo promete y en realidad supervive en la
crisis, cumpliendo mal su estricta función republicana: administrar.
Podrá el Presidente aventar
la sospecha a la que llevan dos años y medio de gestión en los que la promesa
de cambio en la administración, pocos logros puede exhibir y de los alcanzados, no pueden escapar al tilde
del gatopardismo.
El debate
parlamentario, sin riendas partidocráticas, comprobó que el pluralismo brinda a
la democracia las herramientas que esta necesita en los grandes temas que la sociedad
enfrenta.
La República
agradecida, pese a las paradojas de la historia.
La ley votada contradice
la propia posición conservadora del Presidente, en relación a la despenalización,
tímidamente esgrimida por {este, que tuvo el rasgo de humildad, de permitir sin
tapujos a su hueste, el voto a conciencia, en un tema que bien lo merecía.
El único bloque importante,
que no exhibió diversidades de conciencias, respondió a la administración
anterior, cuando por más de una década, contando con mayoría absoluta en las
cámaras, nunca permitió el ingreso al debate legislativo del tema y todo
indicaba que si resultaba tan cercano al Papado actual, tendría que haberse
posicionado a favor de la penalización.
Reconozcamos todos que
la cuestión abordada, de salud pública, hace a la vida y a la muerte. No puede
ser considerada de fácil solución pese a la urgencia de la necesidad de su
trato. Y el dejar de tomar medidas, o el adoptarlas para cambiar el estado de cosas,
no deja de tener que soportar los costos, que esas medidas llevan implícitos.
Para poder enfrentar la
cuestión, decidimos volver a las fuentes
que consideramos magistrales, procediendo a releer al penalista que nos resulta
más querido y significativo para nuestra generación. Al que la vida política
republicana, llevó a la condición de exiliado, superviviendo al millón de muertos
de la guerra civil española. Refugiado en la Argentina para honra de ésta.
Luis Jimenez de Azúa,
el presidente de la República española en el exilio, dio a conocer en 1942 en la
ciudad de Buenos Aires, donde recalara, esa obra que sacude las entrañas de los
estudiosos, que tituló “Libertad de amar y derecho de morir”, publicada por la
editorial Losada S.A.
El Título Cuarto de ese
libro lacerante, “La paternidad y la maternidad conscientes”, dedica su capítulo
D, a “El Aborto”, (páginas 319 a 395) y sirve
al análisis acabado del derecho y legislación comparada y la nacional, de su época.
Y lo lleva en definitiva en líneas generales, a las mismas proposiciones
personales alcanzadas (con variantes de poca significación), a las sancionadas
por la Cámara de Diputados. Ocho décadas tardamos en entenderlo y asimilarlo.
Sin embargo, la
cuestión no quedó saldada (ni siquiera legislativamente) y merece una
continuación que demuestre que el Senado está en condiciones de comportarse a
la altura de lo hecho en la llamada Cámara baja.
Si no quedó saldada, por lo menos quedó
momentáneamente soldada. Resta ver si se la pone a prueba con la abstención
ante la duda.
Ninguna institución
Argentina debió quedar al margen de la construcción en la diversidad cuando los
derechos humanos están puestos a prueba. Pero no fue así en esta ocasión, en la
que la Cámara de Diputados supo dar un ejemplo de una práctica a seguir.
En el seno del Instituto
de Estudios Legislativos de la Federación Argentina de Colegios de Abogados, la
cuestión fue encarara informalmente. La falta de formalidad no indica despreocupación
y en cuanto a la creación de doctrina, suele ser tan útil, como en otros casos
lo es el formalismo.
El tema no pudo ser
agotado y si bien en la última reunión de su Mesa Directiva, resultó claro que
una mayoría de los miembros se demostró favorable a la despenalización, también
se hizo notar que una minoría estuvo en contra y un sector omitió expedirse.
Cada uno tuvo la oportunidad de expedirse y el que encontró prudente hacerlo lo
hizo. Pero lo cuestión no llegó al punto de madurar en un dictamen. Ni la
entidad madre requirió el dictamen, ni de oficio el Instituto pudo completar un
cometido que merece un tratamiento prolijo.
Como los juristas
elegidos para integrar el IDEL por la abogacía organizada gremialmente en la
F.A.C.A., no se creen dueños de la verdad, la lógica es que busquen en toda la
abogacía las certezas que les pueden seguir siendo necesarias. Cualquiera sea
el resultado de lo que se logre hacer en el Congreso finalmente, (con ley
sancionada o no), es lógico que el tema llegue a la próxima Conferencia Nacional
de Abogados. El evento está siendo organizado para llevarse a cabo en abril del
2019, actuando el IDEL como su organizador académico, función que debe sostenerse
en el activismo de sus distintas Secciones y en particular en el del Colegio de Abogados de La Plata, anfitrión que se ofrece para recibirla y que necesita
del apoyo de todos los miembros de la Federación. Tendrá también que estar
presente en la Jornadas Nacionales preparatorias de esa Conferencia, que
tendrán lugar convocadas por el Colegio de Abogados de Córdoba si se cumple lo
programado en el mes de noviembre de este año en curso.
Esta prudencia que nos
viene acompañando, que en este caso no puede ser exhibida como una virtud, tuvo
lugar cuando una marea humana, manifestándose unos a favor y otros en contra, de la despenalización parcial
de este tipo delictivo, ganó las calles (sin violencia por fortuna) y como
expresión de masas, en una sociedad sensible a ello, con los peligros que
implica.
¿Estaremos todos
aprendiendo por fin, a partir del sufrimiento?
Para la ley que todavía nos falta, y la
jurisprudencia que deberá aplicarla y controlarla constitucionalmente, nuestro
compromiso y las posiciones que lo expresen, resultan necesarios.
Una defensa siempre necesaria
y mucho más útil, cuando el poder ejecutivo administra, el legislativo
construye el orden jurídico como expresión normativa y racional de la
democracia y el por judicial aplica el complejo normativo alcanzando la
justicia posible. Todos sin declamar sobre las funciones de los otros y haciéndose
cargo de las suyas.