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Derechos de las mujeres a 40 años de democracia
Por Fabiana Malatesta

Agradecer al colegio anfitrión de San Rafael y a cada una de las compañeras que han llegado hasta este lugar desde todos los puntos del país. Las cosas han cambiado y mucho, porque gracias al empuje, a la ciencia y a la resistencia y al trabajo de mis compañeras hemos ido corriendo límites, bajando umbrales de tolerancia y estamos aportando a la abogacía argentina nuestro trabajo militante por la defensa de las mujeres y diversidades sexuales, contagiando a las y los colegas para que se sumen a la defensa activa de los derechos que tanto detentamos.
Quiero agradecer también a la FACA que es la entidad que nos nuclea hoy, porque las instituciones también cambian y se transforman en mejores espacios, más tolerantes, más amigables y abiertos a las necesidades de las nuevas generaciones de abogadas y abogados.
Nos toca conversar unos minutos sobre la construcción del derecho en los últimos cuarenta años. Y más que hacer un raconto de las conquistas legales que hemos logrado, les invito a pensar en el modo en que las mujeres hemos participado en la construcción de este derecho. Como gestoras, como militantes, como juristas y como  eje fundamental de las conquistas legales.
En América Latina, podemos encontrar tres hitos que marcan la conquista de los derechos políticos de las mujeres: el sufragio femenino, la adopción de marcos internacionales a favor de la ciudadanía y de los derechos políticos de las mujeres, y la aplicación de leyes de cuotas.
La Asamblea General del Parlamento Latinoamericano (PARLATINO), en el año 2013, aprobó una Resolución sobre la participación política de las mujeres, en la que insta a los países en que reconozcan que la paridad es una de las fuerzas claves de la democracia y que su objetivo es lograr la igualdad en el poder, en la toma de decisiones, y en los mecanismos de representación social y política para erradicar la exclusión estructural de las mujeres.
Estas leyes de cuota, que conocemos como medidas de acción positiva, tienen como objetivo garantizar en las candidaturas electorales, en la representación y en los mandatos, la efectiva integración del género que se encuentra sub representado.
A medida que pasan los años, fuimos identificando con mayor grado de certeza qué es lo que nos faltaba para la equidad real en la participación política.
Al principio pedíamos más mujeres en los espacios de toma de decisión. Y para esto, sancionamos leyes de cupo primero y de paridad después.
En esos años, la participación y representación de las mujeres en la vida pública y política, era tan deficitaria, que el foco para promover la participación de las mujeres estuvo en aumentar su presencia.
Sin embargo, la aplicación de las cuotas no estuvo acompañada de una voluntad política de transformación y construcción de efectivas condiciones para la incorporación de las mujeres en los espacios de representación.
Construcción del derecho
Para legislar, quienes legislan, se guían por sus propias creencias, sus intereses, su ideología, su moral y por otras convicciones personales. Y su decisión no es accesible al control racional.
Detrás de cada norma hay un principio que determina los valores morales que se buscan ponderar. En derecho, dichos valores no se imponen por sí mismos, sino que se traducen en principios que serán, en definitiva, contenidos en las leyes.
Así vemos que los contenidos de lo correcto pueden evolucionar y cambiar por el paso del tiempo, porque el razonamiento moral tiene lugar con los conocimientos que tenemos y los datos que conocemos.
Todo diseño parlamentario, deben respetar los presupuestos del diálogo moral, porque toda decisión normativa va a tener un impacto colectivo; y debe basarse en premisas que honren el principio de autonomía, el de no dañar, y el principio de dignidad de las personas.
El razonamiento jurídico legislativo es un caso especial del razonamiento práctico general, que nos lleva a preguntarnos qué está bien hacer, qué es lo correcto y qué es lo justo. Y nosotras, como personas de ciencia, tenemos la responsabilidad de indagar el significado profundo del derecho.
Somos operadoras y operadores del sistema jurídico, que actuamos allí en la génesis del derecho, que es donde debe instalarse la confianza. Porque el derecho como práctica está vinculado con la ética
Nuestro rol como mujeres que trabajamos en la construcción del derecho, nos exige repensar todos los significados. Qué cosa significa la autoridad, los acuerdos, lo ético, lo razonable.
Quien legisla debe resolver cuestiones de política legislativa, cada vez que define sobre qué legislar y sobre qué no hacerlo. Es aquí donde se transforma en el seleccionador de una realidad a legislar, en medio del universo legislable.
Y aquí es donde nosotras históricamente no hemos estado, diseñando la política legislativa. Entonces nos encontramos con la creencia de que cuando se legislan derechos de las mujeres, ellos están sancionando normas de excepción.
¿Cómo vamos hablar de normas de excepción, cuando las normas están destinadas a la mayoría de la población?
Por esta razón, ha sido fundamental la sanción de las leyes de cupo primero y de paridad después; porque necesitábamos más mujeres armando la agenda parlamentaria. Más mujeres redefiniendo los significados. Más mujeres individualizando sobre qué se legisla. Más mujeres marcando la cancha.
Y no fue un proceso fácil. Porque el mundo de la política, es el lugar donde se refugian para no cambiar nada, para no ceder sus privilegios y para marcar el límite que no están dispuestos a correr. Y a esta altura, queridas amigas, entendimos tristemente que las mujeres podrán tener derechos pero no van a tener poder. Eso es lo que nos decían con sus actos. Eso está en su matriz ideológica.
Y estos no son hechos aislados, responden sistemáticamente al ejercicio de la violencia política sobre las mujeres buscando intimidar y aleccionar al resto de las compañeras que estamos disputando legítimamente el poder.
En este contexto y analizando que lo que está en disputa no es el derecho a la representación, sino que lo que está en juego es el poder, detengámonos a analizar cómo es la construcción del poder.
Vale preguntarnos, cómo construyen poder las mujeres?
Podemos comenzar distinguiendo dos formas de construcción del poder, aunque seguramente hay muchísimas más.
Una forma de construcción masculinizada, con un sistema de jerarquías, donde existe una voz de mando, con vínculos verticales, donde a las decisiones y los riesgos las toman pequeños grupos que conducen, y quienes están en una jerarquía inferior obedecen.
Por otro lado, encontramos una forma de construcción de poder feminizada, donde no existen jerarquías impuestas, que surge a través de vínculos de horizontalidad, donde las decisiones se toman de manera asamblearia, con escucha activa y búsqueda de consensos.
Las mujeres construyen poder, con una mirada de lo femenino, un poder de tipo horizontal, abierto, que podemos visualizar como redes.
Mientras que los varones mayormente construyen de manera vertical jerárquica.
Entonces, en un mundo organizado en jerarquías, ¿cómo llegamos al poder las mujeres?
Muchas veces hemos tenido que introducirnos en el formato masculino de construcción de poder, para ser aceptadas, para poder ingresar.
Sin embargo, la pandemia que vivimos aceleró la transición hacia el liderazgo femenino, como una nueva forma de liderar que tiene características nuevas y diferentes: Serenidad, ternura y coherencia o elegancia.
Serenidad es la excelencia de la empatía, capacidad de gestionar las emociones positivas y negativas, cuando los demás se bloquean.
La ternura, es el respeto, el reconocimiento y el cariño que se entrega de manera sincera. La sensibilidad no es contraria a la firmeza
Elegancia, como el don para hacer que algo muy complicado resulte sencillo, esta es la coherencia, dar ejemplo y hacer que los demás quieran ser mejores.

La forma de construir el poder masculino es brindándonos imposición, nos impone de manera vertical, donde alguien manda y alguien obedece. Mientras que el poder femenino nos ofrece una proposición, nos propone.
En estos 40 años de democracia, las mujeres hemos dado una durísima pelea para poder participar de los lugares neurálgicos en donde se toman las decisiones, en la mesa chica y donde se distribuye la cosa.
Las instituciones empiezan a visibilizar las asimetrías que hay entre varones y mujeres a la hora de ejercer el poder y de construir el derecho.
Y es aquí donde nosotras compañeras, tenemos que salir a explicar a nuestros colegas, explicarles a nuestras instituciones, cuál es nuestra visión del derecho y nuestra visión de lo justo. Porque el derecho es la herramienta que tenemos para generar nuestro propio diálogo o bien un diálogo con todos, pero con nuestra visión.
En esta joven democracia, las mujeres hemos logrado estar en los espacios donde se debate y se construyen las bases de una nueva gobernabilidad, estamos logrando que las instituciones públicas hagan un lugar a nuestras necesidades y valores, estamos incorporándonos en procesos de capacitación de destrezas y habilidades, y se nos otorga el mismo grado de agencia que a los demás actores en el terreno público.
Cada vez más, las organizaciones de mujeres participan también de acciones de lobby y de vigilancia al parlamento y los gobiernos y en la elaboración de propuestas de políticas dirigidas a distintos sectores del Estado que se orienten tanto a la redistribución de recursos y oportunidades como al reconocimiento de las mujeres como interlocutoras legítimas en esos espacios de decisión.
Las mujeres hemos sido especialmente activas en el campo de la política, avanzando en propuestas legislativas que eliminen las normas discriminatorias que persisten en los textos legales y que aprueben acciones de carácter positivo, para favorecer su participación social y política.
Tengamos en cuenta que desde los inicios de la civilización a esta parte, las normas que nos rigen, han sido elaboradas por varones, que legislan para la generalidad. Una generalidad que considera que cuando se habla de mujeres, se habla de una excepción.
¿Y yo les pregunto... cómo van a ser normas de excepción, aquellas que refieren a la mitad de la población?
La incorporación de técnicas y profesionales de mujeres con perspectiva de género al Estado ha permitido la difusión de sus planteamientos en la institucionalidad estatal y la promoción de políticas y servicios favorables a las mujeres y a las disidencias.
A pesar de toda nuestra militancia, de toda nuestra preparación y de todos nuestros esfuerzos, el conservadurismo continúa resistiendo contra la igualdad y la solidaridad, y aferrándose a la impunidad corporativa de quienes tienen el poder de no permitir abrir los espacios a las mujeres.
Nosotras nos debemos participar en los espacios en donde se toman las decisiones.
“El derecho ha sido y es un ámbito de lucha política. Constituye un instrumento importantísimo como organizador social. Distribuye poder, otorga derechos e y obligaciones. En todas las épocas ha respondido a los sectores dominantes de la sociedad.”
Y reafirmar en esta mesa, una vez más, que nosotras somos armadoras del juego democrático dentro de los espacios de poder y nosotras tenemos la voz institucionalizada con el derecho que nos respalda. Porque estamos en un lugar de privilegio para observar los derechos vulnerados, y tenemos el imperativo ético de acompañar a más mujeres que esperan tener un protagonismo en la vida política argentina
Creo que es necesario que continuemos recorriendo el cambio del actual paradigma, para que podamos resignificar los conceptos comprendiendo al derecho y a la autoridad de un modo diferente, y avanzar de la clásica manera representativa vertical y tradicional, hacia una forma participativa del derecho y de construcción horizontal, democrática y paritaria, guiada por liderazgos empáticos y amorosos.
Abogamos por un derecho dinámico y sincero, que nos incluya, que sea funcional a las necesidades de la ciudadanía; por una construcción que escuche a todas las voces posibles, donde quienes nos representan sean cabales portavoces de nuestras demandas.
Como profesionales del parlamentarismo, tenemos un rol central de liderazgo, porque disponemos del derecho como un instrumento, como una herramienta poderosísima que construye el futuro y crea una realidad, que amplía o restringe, incluye o excluye y que puede cambiar la vida de las personas.

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